2a. UNIDAD: Concepto y
características de la comunicación y de la información.
PRACTICA 1. Teoría del Caos y la
Información a través del cuento:
“La luz es como el agua”
Objetivos: Que los participantes: • Reflexionen sobre las
diferencias que hay entre la comunicación y la información. A la primera se le
considera como el acto de relacionarse entre dos o más sujetos, que evocan en
común un significado, y a la información se le considera como el conjunto de
mecanismos que nos permiten retomar datos del ambiente y estructurarlos de una
forma determinada, que sirva de guía para actuar.
• Llegar a identificar a la información, la comunicación, la entropía y el caos a través de la lectura y análisis del cuento “La luz es como el agua” del famoso escritor Gabriel García Márquez, donde se llegan a mostrar metafóricamente estos conceptos.
• Reconocer dentro del cuento que la comunicación y la información son dos aspectos de la totalidad de una sociedad. Que la sociedad no puede ser tal sin la comunicación y no puede transformarse sin la información. Ambos conceptos no pueden separarse del estudio de la sociedad global.
Descripción de los objetivos: Los participantes harán una lectura previa donde deben identificar, dentro del cuento, ¿cuándo se presenta el flujo de información y el proceso comunicativo? El cual se explica en el libro del Taller de comunicación I.
Cada uno de los participantes seleccionará los principales pasajes del cuento “La luz es como el agua” de García Márquez, para observar y aplicar las posibles diferencias que haya entre la comunicación y la información.
Que reconozca cuándo se presenta el caos y cuando el orden, y dónde está el espacio donde se da el control al interior del cuento. Considerando que muchos de los pasajes están empatados al orden y el caos. A la entropía (desorden) y a la negaentropia (orden).
A través del cuento y su análisis, podemos explicarnos cuándo se presenta el acto y cuándo el producto de las relaciones que nos evocan los distintos pasajes entre los sujetos y el ambiente o figuras. Y tener que recurrir a explicarnos el caos, al considerar que es una conducta de un sistema complejo que aparece como impredecible y falsamente como aleatorio, cuando en realidad tiene un patrón profundo.
Que en el caso del caos hay algo extraordinariamente sensible a los pequeños cambios en las condiciones iniciales. Por ejemplo, el agua en flujo turbulento y las nubes de una tormenta son caóticas: tienen un principio profundo. A primera vista no muestran aparente orden alguno, pero si se supiera cabalmente el sistema que lo rige y las condiciones iniciales, sería previsible y describible.
También, tendrán que reconstruir algunos momentos de las acciones que el autor del cuento diseñó, a partir de los datos del medio ambiente, en que se lleva a cabo el cuento y los deseos de identificar los objetivos expuestos por el escritor y así entenderlos.
Al término del ejercicio, cada participante subirá sus resultados a su blog donde describirá lo que encontró, junto con sus conclusiones.
La luz es como
el agua Cuento:
[Texto completo] de Gabriel García Márquez.
En Navidad los
niños volvieron a pedir un bote de remos. -De acuerdo -dijo el papá, lo
compraremos cuando volvamos a Cartagena. Totó, de nueve años, y Joel, de siete,
estaban más decididos de lo que sus padres creían. -No -dijeron a coro-. Nos
hace falta ahora y aquí. -Para empezar -dijo la madre-, aquí no hay más aguas
navegables que la que sale de la ducha. Tanto ella como el esposo tenían razón.
En la casa de Cartagena de Indias había un patio con un muelle sobre la bahía,
y un refugio para dos yates grandes. En cambio aquí en Madrid vivían apretados
en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. Pero al final ni él
ni ella pudieron negarse, porque les habían prometido un bote de remos con su
sextante y su brújula si se ganaban el laurel del tercer año de primaria, y se
lo habían ganado.
Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de flotación. -El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-.
Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de flotación. -El bote está en el garaje -reveló el papá en el almuerzo-.
El problema es que no
hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por la escalera, y en el garaje no hay
más espacio disponible. Sin embargo, la tarde del sábado siguiente los niños
invitaron a sus condiscípulos para subir el bote por las escaleras, y lograron
llevarlo hasta el cuarto de servicio. -Felicitaciones -les dijo el papá ¿ahora
qué? -Ahora nada -dijeron los niños-. Lo único que queríamos era tener el bote
en el cuarto, y ya está. La noche del miércoles, como todos los miércoles, los
padres se fueron al cine. Los niños, dueños y señores de la casa, cerraron
puertas y ventanas, y rompieron la bombilla encendida de una lámpara de la
sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de la
bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llego a cuatro palmos.
Entonces cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre
las islas de la casa.
Esta aventura fabulosa
fue el resultado de una ligereza mía cuando participaba en un seminario sobre
la poesía de los utensilios domésticos. Totó me preguntó cómo era que la luz se
encendía con sólo apretar un botón, y yo no tuve el valor de pensarlo dos
veces. -La luz es como el agua -le contesté: uno abre el grifo, y sale. De modo
que siguieron navegando los miércoles en la noche, aprendiendo el manejo del
sextante y la brújula, hasta que los padres regresaban del cine y los
encontraban dormidos como ángeles de tierra firme. Meses después, ansiosos de
ir más lejos, pidieron un equipo de pesca submarina. Con todo: máscaras,
aletas, tanques y escopetas de aire comprimido. -Está mal que tengan en el
cuarto de servicio un bote de remos que no les sirve para nada -dijo el padre-.
Pero está peor que quieran tener además equipos de buceo.
-¿Y si nos ganamos la
gardenia de oro del primer semestre? -dijo Joel. -No -dijo la madre, asustada-.
Ya no más. El padre le reprochó su intransigencia. -Es que estos niños no se
ganan ni un clavo por cumplir con su deber -dijo ella-, pero por un capricho
son capaces de ganarse hasta la silla del maestro. Los padres no dijeron al fin
ni que sí ni que no. Pero Totó y Joel, que habían sido los últimos en los dos
años anteriores, se ganaron en julio las dos gardenias de oro y el
reconocimiento público del rector. Esa misma tarde, sin que hubieran vuelto a
pedirlos, encontraron en el dormitorio los equipos de buzos en su empaque
original. De modo que el miércoles siguiente, mientras los padres veían El
último tango en París, llenaron el apartamento hasta la altura de dos brazas,
bucearon como tiburones mansos por debajo de los muebles y las camas, y
rescataron del fondo de la luz las cosas que durante años se habían perdido en
la oscuridad.
En la premiación
final los hermanos fueron aclamados como ejemplo para la escuela, y les dieron
diplomas de excelencia. Esta vez no tuvieron que pedir nada, porque los padres
les preguntaron qué querían. Ellos fueron tan razonables, que sólo quisieron
una fiesta en casa para agasajar a los compañeros de curso. El papá, a solas
con su mujer, estaba radiante. -Es una prueba de madurez -dijo. -Dios te oiga
-dijo la madre. El miércoles siguiente, mientras los padres veían La Batalla de
Argel, la gente que pasó por la Castellana vio una cascada de luz que caía de
un viejo edificio escondido entre los árboles. Salía por los balcones, se
derramaba a raudales por la fachada, y se encauzó por la gran avenida en un
torrente dorado que iluminó la ciudad hasta el Guadarrama. Llamados de
urgencia, los bomberos forzaron la puerta del quinto piso, y encontraron la
casa rebosada de luz hasta el techo.
El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último episodio de la película de media noche prohibida para niños.
El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último episodio de la película de media noche prohibida para niños.
Al final del corredor,
flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en la popa del bote, aferrado a
los remos y con la máscara puesta, buscando el faro del puerto hasta donde le
alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba en la proa buscando todavía la
altura de la estrella polar con el sextante, y flotaban por toda la casa sus
treinta y siete compañeros de clase, eternizados en el instante de hacer pipí
en la maceta de geranios, de cantar el himno de la escuela con la letra
cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse a escondidas un vaso
de brandy de la botella de papá.
Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.
Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.
Conclusiones:
Creo que inicia todo cuando
los niños piden algo "sin sentido" a cambio de algo que esperan sus
padres de ellos, sería un desorden, así como el que es su deber y no algo extra
lo que deben hacer, dejarse llevar por eso, el que ellos jueguen a no pedírselos
dos veces dando los resultados deseados por los papas y el romper las bombillas ¿es bueno o malo?
Pues creo que el no
avisarles a los padres, pedirles permiso y destruir cosas no es algo realmente
correcto, pero ¿limitar la imaginación de los niños es correcto?, lo dudo, eso
si es realmente algo malo, el no dejarlos experimentar, creo que ahí entra en
parte el orden, viendo el por que de las cosas, no sería orden si los
regañaran, más bien si aprendieran de ellos o les aportaran algo.
“la luz es como el agua,
abre el grifo y sale"
La interpretación que le
dieron a esto, no se conformaron con saber que solo prendía por apretar un
botón, si no que iban mas allá, quizá causando un caos, pero no se quedaron con
el querer experimentar e imaginar si no que lo hicieron.